En respuesta a la reciente crisis económica, los bancos centrales han intentado impulsar el crecimiento. Este hecho puede observarse en el enorme crecimiento que ha experimentado la “masa monetaria” más liquida (como monedas, dinero en efectivo y cuentas bancarias de alta liquidez), así como la oferta monetaria más amplia (que incluye también depósitos a más largo plazo). De hecho, la oferta monetaria ha crecido a una tasa que eclipsa a cualquiera de las registradas en tiempos de paz. El fuerte crecimiento monetario no puede en sí mismo provocar un repunte de la inflación, aunque es una condición previa; básicamente, porque hay más dinero con el que adquirir la misma cantidad de bienes y servicios.
Asimismo, los bancos centrales han insinuado que están dispuestos a mantener su política monetaria expansiva durante más tiempo, lo que significa que, deliberadamente, no subirán los tipos de interés con la suficiente rapidez como para evitar que la inflación repunte. De hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos ya ha anunciado que acepta que la inflación se sitúe temporalmente por encima del límite marcado, mediante una política denominada “objetivo medio de inflación”. El Banco Central Europeo también está dispuesto a que la inflación supere su objetivo.